Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DE NUEVO MÉXICO



Comentario

CANTO TREZE
Como llego Polca en busca de Milco su marido, y dexandola en prision, se fue huiendo: y de la fuga que hizo Mompil, y de la liberalidad que el Sargento tuuo con la baruara cautiua

No se à visto jamas cosa perfecta,

Puesta en su mismo punto y acabada,

Que amor no sea el autor de su grandeza,

Porque el es quien la illustra y quien la esmalta,

Labra, dibuja, pinta, y endereza,

Sin el todo quebranta y da disgusto,

Todo enfada, atormenta, y aborrece,

Y à todo fin el vemos dar de mano,

Con el todo se encumbra y se lebanta,

Todo se emprende, todo se acomete,

Todo se vence, rinde, y abassalla,

Y en fin el es crisol en cuio vasso,

Todo se afina, sube, y se quilata,

Desto aqui se nos muestra vn buen dechado,

Cuia labor es digna que se escriua,

Si ya la tosca pluma no desdora,

Aquella viua Imagen que retrata,

Estando pues con Mompil platicando,

Y tomando razon de su dibujo,

Vimos todos venir à nuestro puesto,

Vna furiosa baruara gallarda,

Frenetica de amor, de amores pressa,

Vnas vezes apriessa caminando,

Otras corriendo, à vezes reparada,

Aderezaua bien lo que traia,

Que era vn hermoso niño, lindo, y bello,

Que à la triste chupando le venia

La dulze fertil teta, fin cuidado,

De aquello que à la pobre lastimaua,

Con vn corbo caiado puesto al hombro,

Y del cuento colgando à las espaldas,

Vn gracioso zurron en que traia,

Vna pequeña y tierna zeruatica,

Con dos buenos conejos, y vna liebre,

Todo à su modo bien adereçado,

Viendo pues el Sargento su donaire,

La gracia y desenfado que traia,

A todos mandò darle franca entrada,

Por ser muger cuya belleza illustre,

A toda cortesia combidaua,

Y con razon el termino se tuuo,

Porque aunque es verdad clara y manifiesta,

Que es priuilegio breue la hermosura,

Engaño y flor, que presto se marchita,

Al fin el corto tiempo que ella dura,

Ella es, la que es, mas digna de estimarse,

Y à quien mayor respecto se le deue,

Y aunque Alarabe y baruara en el traje,

En su ademan gallardo cortesana,

Sagaz, discreta, noble, y auisada,

Que mas que aquesto puede amor si rompen,

Del mas bruto animal la vil corteza,

Que alli produze amor tambien grandezas,

Tanto mas dignas todas de notarse,

Quanto muy dignas estas de escriuirse,

Y assi furiosa, y fuera de sentido,

Inflamada del lento y dulze fuego,

En que toda se estaua consumiendo,

Llegò qual fiel y diestra cachorrilla,

Quando despues de qual que larga ausencia,

A caso topa, y da con el montero,

Que ligera, amigable y alagueña,

Mansamente gimiendo y agachada,

Para el se va la triste condolida,

De la enfadosa ausencia disgustosa,

Assi la pobre baruara se vino,

Para el cautiuo baruaro afligida,

Triste, alegre, llorosa, mal contenta,

Y despues que le dio grandes abraços,

Tiernamente apretados y ceñidos,

Notando que no estauan bien sentados,

Para que lo estuuiessen fue arrancando,

Gran cantidad de hierua con que hizo,

Dos graciosos assientos que les puso,

Despues abrio el zurron y de la caça,

Limpiandoles los rostros con vn paño,

Al vno dellos siempre prefiriendo,

Con amoroso rostro vergonçoso,

A los dos les rogaua que comiessen,

Y boluiendo à nosotros encogida,

Toda turbada, triste, y congojosa,

Alegrando su rostro quanto pudo,

A todos combidò con buena gracia,

Y como de amor toda fe encendia,

Luego que nos mostrò su rostro alegre,

Arrasados los ojos dio à entendernos,

Que Milco, que cautiuo le traian,

Era su esposo, alma, vida, y padre,

Del inocente niño que à sus pechos,

Qual verdadera madre alimentaua,

Y alli con blandas muestras nos pedia,

Que piedad de aquel niño se tuuiesse,

Y que al padre no diessemos la muerte.

Pues guerfanos los dos fin el quedauan,

Ofreciendo con veras de su parte,

Que à doquiera que fuessemos yria,

Siruiendonos à todos como esclaua,

Con que la vida sola se otorgase,

A aquel por quien la triste intercedia,

Y quando esto la pobre nos rogaua,

Vn viuo fuego en ella conozimos,

Vna agradable llaga no entendida,

Vn sabroso veneno riguroso,

Vna amargura dulze desabrida,

Vn alegre tormento quebrantado,

Vna feroz herida penetrante,

Gustosa de sufrir, aunque incurable,

Y vna muy blanda muerte sin remedio,

A la qual dio à entendernos se ofrecia,

Con alma y coraçon, con que dexasen,

A Milco con la vida, pues sin ella,

Era fuerça la suya se acabase,

Y qual Triaria de Vitelio esposa,

Que rompiendo la femenil flaqueza,

Por medio de las armas belicosas,

Con quien su caro esposo combatia,

Su persona arrojò con tanto esfuerço,

Quanto su misma historia nos enseña,

Assi la pobre baruara mostraua,

Serle muy facil cosa el atreuerse,

A perder cien mil vidas que tuuiera,

Por solo libertar à su marido,

Demas desto notamos en la triste,

Cien mil grandes opuestos y contrarios,

Los vnos bien distintos de los otros,

Lagrimas con gran sobra de contento,

Tristeza, y gran extremo de alegria,

Sudando de cansancio, y muy ligera,

Temor y atreuimiento nunca visto,

Y al fin pressa de amor, de amor vencida,

Y como es natural de pechos nobles,

Dar vado, y no afligir al afligido,

Al mismo punto procurò el Sargento,

De consolar y dar algun alibio,

A su mortal congoja, y ansia fiera,

Con manifiestas muestras y señales,

De dar luego remedio à su tristeza,

Poniendo en libertad à su marido,

Y como la esperança siempre alienta,

Al misero temor y le sustiene,

Porque rabioso no se desespere,

Polca, que assi à la baruara llamauan,

Faborecida toda de esperança,

Assi como con gracia, y son suabe,

Remedan à las lluuias regaladas,

Las hojas de los alamos mouidas,

De vn fresquezito viento manso amable,

No de otra fuerte aquesta hembra bella,

Mouida del fabor del gran Sargento,

Con gran contento quiso assegurarse,

Y para que los duelos menos fuessen,

Comer hizo à los pobres prisioneros,

Regalando à su Milco quanto pudo,

Y luego que los tuuo sossegados,

Despues de auer gran rato platicado,

Determinaron que ella se quedase,

Y que por dos amigos Milco fuesse,

Y assi como nosotros entendimos,

La llaneza y buen gusto que tuuieron,

Luego en el mismo punto fue largado,

El oprimido baruaro afligido,

Cuia gran prenda alli se nos quedaua,

Con todo el gusto que dessearse pudo,

Y qual feroz cauallo bien pensado,

Que rota del pesebre la cadena,

Furioso escapa, y sale del establo,

Vna y otra corrida arremetiendo,

Parando y reboluiendo poderoso,

Bufando y relinchando con brabeza,

La cola y clin al viento tremolando,

El recogido cuello sacudiendo,

Feroz, gallardo, brauo, y animoso,

Los quatro pies ligeros lebantando,

No de otra suerte Milco muy ligero,

Furioso salio casi sin sentido,

Hasta subir la cumbre lebantada,

De vn poderoso cerro peñascoso,

Por cuia falda à todos nos dejaua,

De cuia zima en gritos lebantados,

Razonando con Mompil, y con Polca,

De subito cesso, y al mismo punto,

Por la vertiente del fragoso risco,

Traspuso como viento arrebatado,

Dexandola de nueuo mas rendida,

Y en el fuego implacable mas ardiendo,

De cuia fuerte fuerça quebrantada,

Con suspiros amargos y gemidos,

Deshaziendose en lagrimas la triste,

Alli nos dio à entender que no vendria,

Aquel traidor que assi la auia burlado,

Porque desde la Cumbre lebantada,

Muy bien desengañado los auia,

Qual hizo aquel cruelissimo Theseo,

Con la noble Ariatna que burlada,

Dexò en pago de auerle libertado,

De la fuerça del monstruo embrauecido,

En cuio fiero aluergue temeroso,

Hecho cien mil pedazos se quedara,

Y de la misma bestia consumido,

Si no fuera por ella remediado,

Propria paga, cosecha, y recompensa,

De torpes brutos, animos ingratos,

Que tanto es mas su vil correspondencia.

Quanto por mas crecidos beneficios.

Se hallan los infames obligados,

O verdad que poquitos son aquellos,

Que siguen tu castissima pureza,

Y quantos son, lo que con ella enrredan,

Marañan, vierten, tienden, y derraman,

Vn mar de ponçoñosos, vasiliscos,

No ay ya segura fee en todo el mundo,

No me da mas los padres que los hijos,

Deudos nobles, parientes, y maridos,

Hidalgos pobres, ricos poderosos,

Caualleros, villanos, titulados,

Con todo el demas resto miserable,

De miseros mortales que se encienden,

Los vnos con los otros, y se abrasan,

Con terribles engaños no entendidos,

Assechanças, doblezes, inuenciones,

Culpas, delictos, robos, y pecados,

Solapas, con lisonjas y bagezas,

Escandalo, crueldad, crimen, excesso,

Y en fin guerra sangrienta, y cruel batalla,

Que à sangre y fuego siempre la lebantan,

No me da mas varones cultiuados,

Que incultos, broncos, baruaros, grosseros,

Que basta y sobra, conozer ser hombres,

Para entender que fuera del demonio,

Sea la mas mala bestia quando quiere,

De todas quantas Dios tiene criadas,

Exemplo claro aqui señor tenemos,

En esta pobre baruara engañada,

Que es facil de engañar à quien bien ama,

Atonita se muestra, y se consume,

Aflige, y se deshaze rebentando,

Con la flecha en el alma soterrada,

Furiosa à todas partes reboluiendo,

La vista cuidadosa sin consuelo,

No cabe en todo el campo la cuitada,

Que todo le es estrecho y apretado,

Y assi de lo mas intimo del alma,

Entrañables suspiros redoblaua,

En lastimosas lagrimas embueltos,

O triste amor humano à quantas cosas,

Tu terrible violencia y furia, fuerça,

Si assi ciegos seguimos tus pisadas,

Diga el mas bien librado de tus manos,

Qual fue el passo mas libre y mas seguro,

Que enmedio del sus ojos miserables,

Cien mil vezes quebrados no sintiesse,

O traidor aleuoso fementido,

Cruel, ingrato, vil, desconocido,

Di qual bruto à su hembra la dexara,

Como tu vil cobarde la dexaste,

O ingratitud infame, o caso triste,

Que por no mas de auerlo imaginado,

Quedaras para siempre aborrecido,

La fin ventura Polca desdichada,

Arroios por los ojos derramando,

A su afligida alma yua cubriendo,

La obscura noche, con su negra sombra,

Cerrando en torno todo el Orizonte,

Que ya las velas todas repartidas,

Estauan à cauallo y en sus puestos,

Y por mas buen seguro de la pobre,

Con mas cuidado postas le pusieron,

Porque Mompil à caso no rompiesse,

Y por descuido nuestro la lleuase,

Y luego que en mitad del alto Polo,

Segun aquel varon heroico canta,

Los Astros lebantados demediaron,

El poderoso curso bien tendido,

En el mayor silencio de la noche,

Quando las brauas bestias en el campo,

Y los mas razionales en sus lechos,

Y los pezes en su alto mar profundo,

Y las parleras aues en sus breñas,

En agradable sueño amodorrido,

Reposan con descuido sus cuidados,

En este mismo instante y punto vino,

De la cansada y debil cauallada,

Rindiendo à la modorra el quarto triste,

La fatigada prima ya vencida,

Y notando que todos reposauan,

Y que el buen Mompil escapado auia,

Dexando alli la baruara cautiua,

A grandes vozes quiso recordarnos,

Y à penas lo entendimos quando todos,

Mudos quedamos, tristes, y suspensos,

Elosenos la sangre, y el aliento,

A vna suspendimos palpitando,

Los flacos coraçones dentro el pecho,

Viendo à nuestro piloto y guia ausente,

Por no mas de descuido de la vela,

A cuio cargo estuuo aquel cuidado,

Y cada qual gimiendo se dolia,

De los tristes sucessos que apretauan,

Tras tantas desuenturas padezidas,

Hasta que entrò la aurora refrescando,

Y en pie todos cansados y afligidos,

Mirandonos los vnos à los otros,

Buen rato sin hablar nos estuuimos,

Aqui la pobre Polca sin consuelo,

Pasmada, boqui auierta, nos miraua,

Qual triste miserable que aguardando,

Sentencia, està de muerte rigurosa,

Por inorme delicto cometido,

Assi la triste misera afligida

Tragada ya la muerte por muy cierta,

De su venida infelix aguardaua,

Vn desastrado fin, y mal sucesso,

Pues viendo ya el Sargento reportado,

El caso Sucedido sin remedio,

Por no desanimar los compañeros,

Hablando alli con todos, fue diziendo,

Señores no ay ninguno que no alcançe,

Que el misino poderoso Dios eterno,

Es el camino cierto y verdadero,

De los que su ley santa professamos,

Y assi tiene cien mil florestas bellas,

Amenos bosques, campos, y llanados,

Por do los flacos deuiles y tiernos,

Van sus cortas jornadas caminando,

Otros tiene quajados de cambrones,

Abrojos, duras puntas, y pedriscos,

Cerros, quebradas, breñas y barrancos,

Por do los esforçados y alentados,

Su lebantado curso van corriendo,

Y assi no ay para que desmaie nadie,

Y entendamos señores compañeros,

Que como à illustres, nobles, y valientes,

Quiere el inmenso Dios aqui prouarnos,

Y como tales bien serà tomemos,

Con buen recato todos el camino,

Y pues que aquesta baruara merece,

Toda noble, cortes correspondencia,

Pues no està media legua de su tierra,

Demosle libre, libertad graciosa,

Para que allà se buelua sin zozobra,

Y como el alma de la ley heroica,

Es la fuerça de la razon illustre,

Y aquesta jamas quiso ser forçada,

Todos juntos alegres aprouamos,

Del Sargento mayor el buen respecto,

Y partiendo con ella nuestra ropa,

Y cargandole al niño de brinquiños,

Dimosle libertad que se boluiesse,

Y entendido por ella bien tan grande,

Como la sobra de contento causa,

Tierno semblante, y lagrimas gustosas,

En que los tristes laban sus cuidados,

Como la lengua muchas vezes miente,

Pensando que mas fee deuia darse,

A sus corrientes lagrimas vertidas,

Que à sus muchas palabras y razones,

Quando muy bien supiera proponerlas,

Vertiendolas assi con gran contento,

Auiendonos à todos abrazado,

Por tres vezes salio determinada,

De recebir el bien de que dudaua,

Y à cosa de cien passos se boluia,

A mostrarsenos siempre mas gustosa,

Amorosa, y mas bien agradezida,

Y como siempre vemos se adelanta,

La noble gratitud al beneficio,

Quarta vez fue saliendo y pareciole,

Que quedaua muy corta, y no pagaua,

Y porque ingratitud no la rindiesse,

Otra fue reboluiendo, y de los pechos,

El niño se quitò, y diò al Sargento,

Y alli le supliò que se lleuase,

Pues todo le faltaua, y no tenia,

Con que poder feruir merced tan grande,

El Sargento le tuuo, y la dio mil vesos,

Entre sus nobles braços bien ceñidos,

Y dandole mas cuentas, y abalorios,

Con mil tiernas caricias amorosas,

El niño le boluio, y pidio se fuesse,

Con cuio cumplimiento regalado,

Qual suele tras la cierua el cieruo en brama,

Herida de su amor correr tras della,

Y ansioso de alcançarla desembuelto,

De salto, y de corrida va siguiendo,

El amoroso, rastro, y dulze huella,

Por vna y otra parte sin que pueda,

Pararse, ò detenerse, ò alentarse,

En parte que el cariño no le assista,

Assi sin seso, ciega, y sin sentido,

Atonita del todo fue siguiendo,

La huella de su amado desbalida,

Y porque priessa dan que me adereze,

Todo aquello que resta de quebranto,

Veremos adelante en nueuo canto.